miércoles, 15 de septiembre de 2010

A propósito de la discriminación

Confiésome pecador. Sí, hermanos, ante Dios y ante ustedes confiésome culpable de discriminación.
Discrimino mis amistades. No quiero ser amigo de pícaros, sinvergüenzas, ladrones, violadores, narcotraficantes, corruptos, y otros de la misma laya.
Discrimino mis creencias personales. Prefiero creer en un Dios creador a decir que no creo en nada para creer en todo.
Discrimino mis pensamientos. Hago el esfuerzo de diferenciar entre el bien y el mal para actuar en consecuencia, aunque también debo confesar que muchas veces fallo en el intento.
Discrimino mi actitud. Detesto la mediocridad y prefiero poner todo el esfuerzo en superarme, rodeándome de gente que sabe más que yo.
Discrimino entre el odio y el amor. Aborrezco el resentimiento y prefiero el perdón.
Discrimino cuando ejerzo mis derechos ciudadanos. Voto por el que creo que representará mejor mis derechos y libertades y quiero que nunca gobierne el abusivo, pícaro, prepotente y dictador (... aunque en esto también he cometido errores porque la gente no siempre es lo que parece).
Discrimino entre la libertad y el sometimiento.
Discrimino entre el espíritu de servicio y la arrogancia del poder.
Discrimino entre un Estado integrador y de equidad y otro discriminador y racista.
Discrimino ... bué ... pa qué seguir... pensándolo bien, creo que quiero seguir discriminando de esta manera, aunque me persigan legalmente.