lunes, 23 de mayo de 2016

Nobleza obliga...

Hace seis años expresé que la actuación contemplativa de Rolando Villena en la parte final de su presidencia en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos y la manera en la que se manejó su designación en la Asamblea Legislativa, hacían difícil pensar que la duda fuera un beneficio al inicio de su gestión como Defensor del Pueblo. (Ver http://napoleonardaya.blogspot.com/2010/05/cuando-la-duda-no-es-un-beneficio.html )

Conozco a Villena desde hace varios años y durante un tiempo formamos parte del directorio de una institución nacional. En aquella época aprecié su trayectoria de lucha por los derechos humanos, su sensibilidad y cordura; por eso me sorprendió que en a casos como El Porvenir y el de las muertes del Hotel Las Américas su postura no hubiera sido lo suficientemente firme.

Pasó el tiempo, y aunque durante la primera etapa de su gestión en la Defensoría daba la impresión de ir en el rumbo señalado por el vicepresidente de ser "defensor del gobierno", en determinado momento hizo un punto de inflexión. Desde luego que al poder no le gustó para nada la "impertinencia" de Villena de actuar conforme a ley y asumir la función que le correspondía, y lo atacaron de muchas maneras.

Nobleza obliga. Debo reconocer que Rolando Villena, a pesar de la intensa presión gubernamental y dos intentos de incendio en su casa para amedrentarlo, terminó su gestión haciendo lo que debía.