Santa Cruz de la Sierra, la
otrora ciudad “bajo el cielo más puro de América” huele a podrido.
Hace pocas horas se levantó el
bloqueo que vecinos de la zona del vertedero de basura realizaron durante
cuatro días pidiendo el traslado del mismo. Esta medida de presión hizo que por
igual cantidad de días los desechos sólidos se acumulen en las calles, plazas,
mercados y hospitales de la urbe cruceña haciendo que la fetidez se apodere de
esta, con los consiguientes riesgos para la salud pública.
Pero más allá de la afirmación
literal constatable, la condición en la que quedó la ciudad sirve como una metáfora
para ilustrar el evidente grado de descomposición social, política, y valórica
que experimenta.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido porque desde que se estableció el vertedero ninguna autoridad municipal
hizo absolutamente nada por evitar los asentamientos humanos alrededor de él, ni
en esta ni en las anteriores administraciones. Ante esa lenidad, el problema
hoy ha llegado a tener proporciones que pudieron ser evitadas.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido porque muchos de los políticos encumbrados en el poder municipal desde
hace muchos años, hicieron demagogia promoviendo “loteamientos” en zonas
prohibidas, como la de Normandía, para después tratar de legalizar esas
irregularidades por medio de ordenanzas bastardas.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido porque el poder político usa las instituciones del Estado para sus
fines estrictamente partidarios. En el caso que nos ocupa la policía no actuó desde
el principio del conflicto, como lo manda la ley, para garantizar el derecho
constitucional de libre circulación, simplemente porque una diputada
oficialista estaba detrás del conflicto, y había que mostrar lealtad con el
poder político nacional.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido porque ahora pesa más la presión que la racionalidad. Vivimos en un
escenario de anomia total, no por ausencia de norma sino por incumplimiento de
la misma, donde el sector que presione más logra que las autoridades terminen
cediendo por muy irracionales que sean sus demandas.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido por que ha perdido toda capacidad de planificación, de la que nos
enorgullecimos en algún momento. Hoy reina la improvisación y las soluciones
“parche”, muy a tono con los tiempos de populismo.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido porque el valor de la vida del ser humano ha perdido todo sentido. Ni a
gobernantes ni a gobernados les importa el bien mayor de la vida y la salud
pública, de tal modo que por intereses mezquinos son capaces de ponerlas en
riesgo en plena época epidemias que generan emergencias.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido porque vos y yo somos indiferentes. Protestamos en las redes sociales
pero no hacemos nada por crear una demanda política que logre la cualificación
de los actores políticos. El carisma y la prebenda siguen recibiendo mayor
respaldo en las urnas que la visión de ciudad, el proyecto y la cualidad moral
del político.
Santa Cruz de la Sierra huele a
podrido, y vos y yo tenemos la responsabilidad ciudadana de hacer algo para que
las cosas cambien.
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Napoleón Ardaya Borja es periodista y escritor.
Vicepresidente de PEN Santa Cruz.